
¿Por qué nos hemos acostumbrado tanto
a no tener padre ni madre,
a sentarnos en el columpio
del patio de atrás
a soñar eternamente,
como si no necesitáramos nada
ni a nadie?
Quizá porque aquellos hombres
representan todo cuanto odiamos,
con sus normas y ataduras,
su "tienes que..., tienes que..."
y "cuando seas mayor...".
Pero, ¡que maravilloso es
descubrir que tenemos madre,
y que, mientras estemos en sus brazos,
podemos seguir siendo niños
No hay comentarios:
Publicar un comentario